El Milagro de Mazarrón
Según se nos cuenta en las nueve Declaraciones que bajo juramento hicieron varios vecinos del pueblo, al amanecer del día 17 de Noviembre de 1585 vino un vigía de la Cueva de los Lobos dando la alarma porque había oído ruidos extraños. Se tocó a arrebato la campana del Castillo de los Vélez y la gente fue a pie y a caballo hasta el mar donde vieron siete galeotas que se dirigían hacia Cabo Cope. A la vuelta siguieron el rastro de las huellas de los piratas que, de junto a Bol de Piedra mala, se dirigía por la falda de la sierra pasando por el cabo de la Leonera hasta la Cueva del Plomo, llegando al caserío de Las Moreras y desde allí se dirigían al Bol de Susaña y a las tierras de Andrés Sepúlveda y desde ese lugar a la cañada de Antonia Ruiz hasta llegara a la Cruz de los Camino en el arrabal del pueblo […] dejando en su huida aparentemente municiones y otras pertenencias, entre ellas la Bandera llamada “de los Moros”, que ha estado colgada en la cornisa de la Iglesia-Santuario de la Purísima hasta los años ochenta del siglo pasado y hoy se encuentra restaurada en la Capilla de Ntro. Padre Jesús.
Vueltos al pueblo […] entraron en la iglesia para oír la Santa Misa. Al amanecer el sacristán y encargado del Hospital, Gaspar Martínez, había visitado ya la capilla de la Purísima en el Hospital y había visto apagada, como era natural, la lámpara de aceite que hay en la Capilla de Nuestra Señora de la Concepción, y en la que había echado en la noche anterior una cuarta de aceite cerrando entonces la verja de la capilla con la llave. Al medio día, cuando la gente salía de Misa, la hija de la sacristana ha visto encendida la lámpara de aceite de la capilla de la Virgen y se lo ha dicho a su madre. Esta mujer, llamada Patricia Lara, asombrada de que eso ocurriera, pues era materialmente imposible, ella y otros vecinos que estaban en el Hospital contiguo oyeron un gran golpe en la iglesia y ante tal señal entraron y vieron la referida lámpara encendida y goteando aceite sobre el palto donde en poco tiempo hubo más de dos libras. Llamó a su marido y tocó insistentemente la campana de la iglesia de tal modo que el pueblo se inquietó y acudió a ver qué pasaba. Llegó el Mayordomo de la Cofradía y Hospital, Ginés Pérez Monzón, pensando que se había muerto algún enfermo, y vino también Clemente García, sacristán de la iglesia de San Antonio, junto con escribano Jorge Escobar. Cuando llegó el cura de San Antonio, Don Ginés Cifuentes, el Mayordomo abrió con la llave la puerta de la capilla y pudieron contemplar cómo la lámpara goteaba desbordándose el aceite sobre el plato. Mirando a la imagen de la Virgen contemplaron cómo ésta tenía sobre la frente unas pequeñas gotas de agua y otras más grandes que se formaron en la mejilla derecha y en el lagrimal, y caían sobre su pecho. El cura se arrodilló y comenzó a gritar diciendo: “¿No veis cómo suda la imagen de nuestra Señora?”. Llegó también el cura de san Andrés, D. Bartolomé de la Parra, y pidiendo unos corporales, secó varias veces el rostro de la imagen que no paraba de sudar. Este hecho duró más de hora y media.
LAS NUEVE DECLARACIONES
DEL MILAGRO DE MAZARRÓN
COPIA DEL EXPEDIENTE DE INFORMACIÓN DEL MILAGRO DE LA PURÍSIMA EN MAZARRÓN, SEGÚN CONSTA IMPRESO, ETRE OTROS, EN EL LIBRO “NOTAS PARA LA HISTORIA DE MAZARRÓN DE SERAFÍN ALONSO, PUBLICADO EN SU PRIMERA EDICIÓN EN 1974, COPIADO EN ESA FECHA DEL ORIGINAL QUE OBRABA HASTA ENTONCES EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DEL AYUNTAMIENTO DESDE 1585 Y QUE HOY ESTÁ TRISTEMENTE DESAPARECIDO
AUTO.- En la villa de Almazarrón, a diecisiete días de el mes de Noviembre del mil quinientos ochenta y cinco años; El Ilustre Señor, el Capitán Ginés Perez de Burgos, Regente de Vara de Alcalde, por el Señor Juan de Zamora Vivancos, Alcalde de esta villa, dijo: que siendo las doce horas del día, la Reina de los Ángeles, Madre de Dios Virgen María de la advocación de la limpísima Concepción, por su imagen que está en el Hospital de esta villa, cuya cofradía está en la dicha casa, ha querido nuestro Señor mostrarnos como por los ruegos e intersecciones de su legítima Madre, habemos sido librados milagrosamente de las manos de tantos enemigos moros que esta noche pasada han estado tan cerca como se ha visto estar, por experiencia los rastros nos lo enseña que sólo fuera poderoso de nos librar de sus perversas manos Nuestro Señor Jesucristo por Divina Misericordia y ruegos e interseciones de la siempre sin Mancha Virgen María, para que los devotos sus hijos, no entendamos que en otra virtud fuimos librados del dicho peligro y perpetuo cautiverio, y que esta Villa fuera asolada y sus divinos templos profanados, nos lo ha mostrado visible y palpablemente en haber hecho tan grande Milagro como se ha mostrado en el rostro de la dicha Imagen de la Concepción, sudando gotas de agua visibles, y haberse encendido la lámpara sin la haber encendido nadie y manar aceite de ella en abundancia; y para averiguación de ello hizo la información siguiente.
PRIMERA DECLARACIÓN: Patricia Lara
Para la dicha información el dicho Señor Alcalde, hizo parecer ante sí a Patricia Lara, vecina de esta villa, mujer de Gaspar Martínez, hospitalera de la casa y Hospital de Nuestra Señora de la Concepción; de la que su Merced recibió juramente en forma de derecho y habiéndolo fecho preguntado por el caso dijo: que esta mañana que se contaron diecisiete de este mes de noviembre de el presente año de mil quinientos ochenta y cinco, esta testigo vido la Lámpara que está en la Capilla de Nuestra Señora de la Concepción, estaba cerrada con la llave, que la había cerrado, Gaspar Martínez, su marido de esta testigo, anoche, que sería más de dos horas de la noche, y nunca más se abrió hasta casi a medio día, y que tenía de costumbre de echar en la noche una cuarta de aceite en la Lámpara y que ansí hicieron anoche, y esta mañana cuando la gente salía de misa poco antes de medio día su hija de esta testigo, le dijo a esta testigo, como la Lámpara estaba encendida, y esta testigo y otros que estaban en el Hospital, entraron en la dicha Iglesia y vieron cómo la dicha Lámpara estaba encendida, que esta testigo se espantó y antes que saliese de el Hospital y entrasen en la Iglesia, sonó un grande golpe y al dicho golpe ya lo que la hija de esta testigo vido acudió esta testigo; como dicho tiene, en los demás a la dicha Iglesia, y vieron como la Lámpara estaba ENCENDIDA y la puerta de la reja de la Capilla donde está la dicha Imagen de Nuestra Señora y la Lámpara, estaba cerrada con la llave como su marido la dejó; y esta testigo y demás llegaron a la Reja y vieron como la Lámpara que estaba dentro de la Capilla goteaba aceite y caía en el plato; y ansí, por ver que siempre que antes del amanecer suele estar la dicha Lámpara muerta y entendió que era verdaderamente Milagro que la Madre de Dios hacía; y que vino el Padre Ginés de Cifuentes, Beneficiario de San Antonio, donde es sufraganea esta Iglesia y Hospital y entró dentro de la Capilla, porque hasta entonces no se había abierto y estaba cerrada como su Marido la dejó y ansí, luego vino Ginés Pérez Monzón, Mayordomo de la Cofradía de el dicho Hospital y entró dentro; y ansí como vieron esta testigo y otras muchas gentes que había allí acudido, el Milagro tan grande, miraron a la Virgen y le vieron el rostro lleno de gotas de agua, y sin cesar de sudar, y ansí todos entrando y dando gracias a su Divina Madre; Vido esta testigo como se juntó todo el pueblo, y le duró a la imagen de Nuestra Señora de la Concepción las dichas gotas de sudor gran rato y llegaron allí los Curas de las Iglesia Parroquiales de esta Villa, que es el Padre Ginés de Cifuentes y el Padre Bartolomé de la Parra, y con sus manos tomaron de el agua de el rostro de la Imagen de Nuestra Señora, lo ponían en los ojos a los que estaban presentes, y esto duró una hora poco más o menos y esta es la verdad y lo que sabe por el juramento fecho, y que de edad de treinta años, poco más o menos, no firmó porque dijo no sabía firmó el Señor Alcalde. Ginés Pérez de Burgos. Ante mí, Jorge de Escobar.
SEGUNDA DECLARACIÓN: Gaspar Martínez
Para la dicha información dicho Señor Alcalde hizo parecer ante mí a Gaspar Martínez, vecino de esta Villa, hospitalero en el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, de el cual tomó e recibió juramento en forma de derecho y habiéndolo fecho y siendo preguntado por el caso dijo, que anoche Sábado en la noche que se contaron 16 de este presente mes, este testigo hechó una cuarta de aceite en la Lámpara que está en la Capilla de Nuestra Señora de la Concepción, Iglesia incorporada con dicho Hospital, que está a cargo de este testigo, y cerró la puerta de la reja con la llave y se acostó y cuando vino a amanecer, halló la lámpara que estaba muerta y ansí se fue a sus negocios, porque cada noche no dura ni puede bastar a toda la noche. Y cuando éste testigo hubo venido a su casa casi a medio día su hija de este testigo entró en el dicho Hospital y le dijo cómo la Lámpara estaba encendida de que este testigo se espantó y vino a la dicha iglesia y halló ser así, y llegó a la reja de la dicha Capilla y halló cerrada como él dejó de parte de noche, y asín miró y vido como la Lámpara vertía aceite en el plato que estaba debajo, de tal manera que en poco rato había en el plato más de dos libras de aceite y ansí como este testigo vido el Milagro subió a llamar a Ginés de Sifuentes, Capellán de esta Iglesia y Cura de San Antonio y vino y habrió la puerta el mayordomo Ginés Perez de Monzón, y ambos a dos entraron dentro y estuvieron hacia la Imagen de Nuestra Señora de la Concepción y la vieron que sudaba gotas de agua a ansí el dicho Cura tomaba de las dichas gotas y ponía en los ojos a los que estaban allí, y en el rostro de la Imagen duró el agua más de una hora, la cual eran unas gotas como de sudor, y ansí este testigo vido que verdaderamente era Milagro, y este sabe, y es la verdad por el juramento fecho, y que es de edad de treinta años poco más o menos, y no firmó porque dijo que no sabía, firmó el Señor Alcalde. Ginés Pérez de Bugos. Ante mí, Jorge de Escobar.
TERCERA DECLARACIÓN: Ginés Pérez Monzón
Y el dicho Señor Alcalde para la averiguación de lo susodicho, tomó e recibió juramento en forma de derecho a Ginés Perez Monzón, y habiéndolo fecho y siendo preguntado por el caso, dijo: que es del Mayordomo de la Cofradia y Hospital de Nuestra Señora de la Concepción que está en esta villa de Almazarrón; y hoy dicho día que se contaron diez y siete de el dicho mes de Noviembre de este presente año de mil quinientos ochenta y cinco años, oyó tocar la campana de la dicha Iglesia que sería entre las once y las doce del día, luego este testigo entendió que era una de dos cosas, que era muerto un pobre que estaba en el dicho Hospital, o que había sucedido alguna cosa, y ansí vino desde su casa que estaba en el Barrio Nuevo, lejos de la dicha iglesia de más de mil pasos, y ansí cuando llegó halló allí mucha gente arrimada a la reja de la Capilla y dando grande golpes llamando a la Madre de Dios, y ansín preguntó este testigo a la gente que allí estaba qué era aquello y le dijeron los que allí estaban que la Lámpara se había encendido sin entrar allí persona alguna y asín se estuvo este testigo fuera de la reja estando la puerta cerrada con llave, y ansín subió a llamar a P. Ginés de Sifuentes, cura de San Antonio de donde es sufraganea dicha iglesia y venido, este testigo habrió la puerta y entraron él y el dicho Clérigo en la Capilla y vieron como la lámpara ardía y había en el plato de abajo gran cantidad de aceite que salía de la dicha lámpara y vertía, y se derramaba por encima en el dicho plato que estaba debajo de la dicha lámpara y ansí, este testigo hizo llamar al presente Escribano y entró dentro de la dicha Capilla de Nuestra Señora donde estaba este testigo y el dicho cura y Clemente García, Sacristán de la dicha Iglesia de el Señor San Antonio y fuera de la reja, grande multitud de hombres y mujeres que estaban mirando el dicho Milagro, y ansí este testigo lo pedía al presente Escribano se lo diera por testimonio, y en este medio este testigo volvió la cara a la Imagen que estaba en el altar de la dicha Capilla que es de la advocación de Nuestra Señora de la Concepción y vido el rostro y cara llena de gotas de agua en abundancia, y dijo a voces: ¡Padre y Escribano! mira mayor Milagro que la imagen suda! y ansí; en este punto la gente como crecía habrió la puerta de la reja y entraron todos Alcaldes y Francisco Lázaro, Escribano y los Gobernadores de los Marqueses y todo el pueblo acudió a ver una cosa tan milagrosa y ansí estuvieron dando gracias y alabanzas a Nuestra Señora de la Concepción por tanta merced; hasta que se quitó el sudor del rostro, y la gente para tomar de el aceite, tomaron la Lámpara y duró el dicho rostro de la dicha Imagen, una hora grandes, y esto sabe, y es verdad; por el juramento fecho y que es de edad de más de cuarenta años y firmo. Ginés Perez de Monzón. Ante mí, Jorge de Escobar.
CUARTA DECLARACIÓN: Clemente García
En la Villa de Mazarrón, a diez y ocho días de el mes de Noviembre de mil quinientos ochenta y cinco años para averiguación de lo ansí dicho, tomó e recibió en forma de derecho juramento, de Clemente García, vecino de esta Villa, Sacristán de la Iglesia de San Antonio y habiéndolo fecho y sido preguntado por el caso dijo, que lo que pasó es que en dicho día diez y siete de este presente mes de Noviembre de este presente año de mil quinientos ochenta y cinco, al parecer de este testigo, porque en esta villa no hay Reloj, poco más de medio día, estando en casa Jorge de Escobar, Escribano, estando tratando de la Merced que Nuestro Señor Jesucristo había fecho aquesta noche pasada en librar de las manos de los Moros que tan cerca de allí habían llegado sin ser sentidos, oyó tañer la campana de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción y fue luego allí a ver lo que era y halló ciertas mujeres y algunos hombres arrimados a la reja de la capilla de dicha Iglesia y la puerta cerrada con la llave, diciendo que se había encendido la lámpara sin que nadie le pusiere lumbre, y que se salía el aceite por encima, y este testigo miró por la reja y vido como la dicha lámpara estaba encendida y que caían gotas de aceite en el plato que estaba abajo de la dicha lámpara; y en esto llegó el Padre Ginés de Sifuentes y habiendo el Mayordomo de la dicha casa y Iglesia que es Ginés Perez de Monzón, abierto la puerta de la reja, y entraron este testigo y el dicho cura Ginés de Sifuentes, Clérigo; y estuvieron mirando la lámpara como salió abundancia de aceite y caía en el dicho plato de abajo y estando mirándola llegó el presente Escribano y ansí el dicho Cura le mandó abrir la reja y entró dentro; y con él, el dicho Ginés de Sifuentes y este testigo mirando la lámpara para que dicho Escribano diera fe de lo que veía, y este testigo se allegó hacia el Altar y vido la imagen de Nuestra Señora Santa María de la Advocación de la Concepción y le parecía estar el rostro enjuto y volvió a la Lámpara donde estaban los dos el dicho Cura y el presente Escribano y estando todavía mirando como caía el aceite de la Lámpara en el Plato este testigo corrió a mirar la Imagen y le pareció que el dicho rostro resplandecía alguna cosa más que de primero, y visto esto se tornó a llegar hacia el altar y miró de propósito, y vido que la dicha Imagen tenía en la frente, sobre los ojos ciertas gotas de agua, y cuando él estuvo satisfecho de ello, bolvió a la Lámpara donde estaban dichos Escribanos y Cura mirando y asió de la capa a el presente Escribano y le dijo: Venga y verá las gotas de agua que la Imagen de Nuestra Señora tiene en la frente; y ansí, fueron todos tres y se arrimaron a el altar, y estándola mirando en la mejilla derecha se hizo otra gota de agua más gruesa que las demás, y otra en el lagrimal de el dicho lado y ojo derecho y algo más grande y más colgada hacia abajo, y por diversas partes del ojo de la dicha imagen había muchas gotas de el dicho sudor, y algunas de dichas gotas había sobre el pecho de la dicha Imagen, y vido este dicho Padre Gines de Sifuentes Clérigo, quitó muchas veces de aquel agua y untaba con ella a diversas gentes que allí estaban, y todavía el rostro de la dicha Imagen estaba mojado como antes, y después acudió gran número de gentes y entre ellos el Padre Bartolomé de la Parra, Cura de San Andrés, el que hizo muchas experiencias en la Lámpara y agua que la dicha Imagen tenía en el rostro y ver si era verdaderamente como parecía y limpió a la Imagen el rostro y estregó con unos corporales y poniéndose en su cara él de aquel agua y habiéndose publicado ser ansí milagro, a muchas gentes se les dio el aceite de la dicha Lámpara y antes que se acabare de repartir se ordenó una solemne procesión donde se juntó gran número de gente y todas las Cofradías, y mucha gente con sus armas y se hizo una procesión muy solemne y se fue a todas las Iglesias cantando el “Tedeum laudamus” agradeciendo a Dios las mercedes recibidas, y con esta solemnidad volvieron a la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, y acabada la procesión se acabó de repartir todo el aceite de la Lámpara, de el cual llevaban a gota de aceite y pañicos mojados y se ordenó a otro día, siguiente, se dijere una Misa de Nuestra Señora y se dijo y aquella noche siguiente ya muy de noche este testigo oyó tañer otra vez la campana de la dicha Iglesia y fue alla a ver lo que era y halló que había en la dicha Iglesia gran número de mujeres velando y tenían mucha cantidad de velas encendidas, y este testigo le dijo a la Hospitalera, que para que tañía, que alborotaba al Pueblo y ansí, le dijo que no tañese más, y esto sabe y es la verdad por el juramento fecho porque lo vido y pasó en su presencia; y que es de edad de treinta años poco más o menos y fírmolo. Clemente García. Ante mí, Jorge de Escobar.
QUINTA DECLARACIÓN: Juan González
En la villa de Mazarrón, a diez y nueve días de el mes de Noviembre de mil quinientos ochenta y cinco años, el dicho Señor Alcalde tomó e recibió juramento en forma de derecho a Juan González, Alguacil de esta y habiéndolo fecho y vido preguntado por el caso dijo: que lo que sabe y pasó es, que estando este testigo el Domingo que pasó, que se contaron diecisiete días de este presente mes a la hora de medio día poco mas o menos, porque en esta villa no hay Reloj, estando este testigo en su casa, que quería sentarse a comer, oyó tocar la campana de Nuestra Señora de la Concepción que está cerca de su casa y fue allí a ver lo que era y halló que dijo la gente: ¿No ves el Milagro que Nuestra Señora hace que estando la Lámpara muerta desde esta madrugada y la puerta cerrada de la reja con la llave, arde? y ansí en esto vido ansí mismo como la dicha Lámpara salía y rebosaba por lo alto de ella aceite y goteaba en grande abundancia en el plato que estaba debajo ella, y en esta conyuntura entró en la dicha Iglesia el Padre Ginés de Sifuentes. Cura de la Iglesia del Señor San Antonio de donde es sufrugánea de dicha Iglesia de la Concepción y abrieron la reja y entró el dicho Cura y Clemente García, sacritán; y ansí se puso el dicho Cura mirando la Lámpara como corría aceite, y ansí mismo llamó a el presente Escribano el cual vino al cabo de un rato y todavía goteaba por dos o tres partes la Lámpara en el plato, y ansí el dicho Cura volvió el rostro a la Imagen de Nuestra Señora de la Concepción; y estando ansí empezó a dar voces incándose de rodillas, alabando a Dios y a su bendita Madre, y luego él a los que estaban con él dijo: ¿No veis como la Imagen de Nuestra Señora suda? y como la puerta de la reja tenía este testigo que no dejaba entrar a nadie, como vido mayor Milagro, saltó la puerta y se fue al altar, entonces entró la gente toda y este testigo vido que la imagen de Nuestra Señora de la Concepción tenía muchas gotas de agua en el rostro en especial a la parte derecha de tenía cinco o seis gotas de agua y pedía este testigo a el dicho Cura le untase los ojos con la dicha agua que tenia la dicha Imagen en el rostro; y este testigo vido que en el lagrimal de el lado derecho tenía una gota de dicha agua más grande que los demás, y que de las gotas que había en el dicho rostro corrían por él abajo y hacia el cuello de la dicha imagen y ansí, vido este testigo que había grandísima multitud de gente que llegaban y tomaban de el aceite de la Lámpara, y se untaban los ojos y cara y cabeza y otras partes; y ansí mismo de las gotas de el agua que estaban en el rostro de dicha imagen, y dando grandes gritos y pidiendo misericordia y alabando a Nuestra Señora por tantas mercedes como había fecho y hacia a esta Villa y habiéndola librado las noches antes de poder de tantos enemigos Moros, como sin sentimiento alguno, habían llegado y llegaron a un tiro de piedra de esta Villa; y vido este testigo que duró el sudor en el rostro de la Imagen de Nuestra Señora de la Concepción una hora y más tiempo, y el aceite duró hasta que entró de golpe la gente y como arremetieron a la dicha Lámpara a tomar de el dicho aceite que estaba en el plato y Lámpara que tomaban en vasos y untaban donde tenían mal y esto duró gran rato y muchas gentes llevaban de el aceite para salud, y luego todo el pueblo junto acordaron de hacer una procesión de mucha gente con sus armas, que salía de dicha Iglesia de la Concepción, y fueron a San Antonio y por calles públicas y a San Andrés y bolvió a la dicha Iglesia donde dieron gracias infinitas a Nuestro Señor y a su Bendita Madre por el grande y claro Milagro que este testigo y el pueblo todo vieron; y que esto es la verdad y lo que sabe por el juramento fecho, y que es de edad de cuarenta y cinco años poco más o menos y firmólo. Juan González de Bienvenido. Ante mí, Jorge de Escobar.
SEXTA DECLARACIÓN: Francisco de los Ríos
E luego la dicha información el dicho Señor Alcalde hizo parecer ante sí a Francisco de los Ríos, médico y cirujano de esta Villa, vecino de ella de el cual se tomó e recivió juramento en forma de derecho, y habiéndolo fecho y siendo preguntado por el caso dijo: que el domingo próximo pasado que se contaron diez y siete días del mes presente de Noviembre a la hora de medio día poco más o menos, que se quería sentar a comer y en esto oyó tocar la campana de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción y dijo este testigo: ¡Válgame Dios! ¿Si es el muerto el enfermo que visité en el hospital? y después dijo a una mujer ¡no puede ser! otra cosa! conforme yo lo he visto esta mañana; y según se apresuraba la Campana, dijo este testigo: algunos cautivos que han venido a la Iglesia debe ser, alguna cosa de nuevo hay en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción y ansí, se levantó y tomó la capa, y fue hacia allá y vido que estaba todo el Pueblo en dicha Iglesia dando gracias a Dios Nuestro Señor por tan grande Milagro; y ansí, llegó por en medio de la gente con grande trabajo; y miró a el rostro de la Imagen de Nuestra Señora de la Concepción y le vido que en el rostro tenía gotas de agua, y una de ellas que estaba en el lado derecho, en la nariz, una gota grande, y en ella pidió a Ginés de Sifuentes, Cura de San Antonio, que estaba delante de la Imagen, deteniendo la gente, tomó con el dedo y quitó aquella gota y untó a este testigo a su petición con ella, y vido este testigo como la Lámpara ardía y vertía aceite en el plato que estaba debajo de dicha Lámpara, en abundancia; y de una manera que en dicho plato de abajo había cantidad de aceite de donde tomaban la gente, y se untaban los ojos y cara y con paños y vasos tomaban de él dicho aceite que duró más de una hora grande; y ansí, vido este testigo que las dichas gotas de agua que la dicha Imagen tenía, en el lado derecho de el rostro muchas gotas de agua; y ansí vido este testigo que estando allí el Padre Ginés de Sifuentes, Cura, llegó ansí mismo el Beneficiado Bartolomé de la Parra, Cura de San Andrés, y pidiendo unos corporales; tocó con ellos a el rostro de la dicha Imagen, que fue mayor confirmación de tan grande Milagro, y haber sucedido una cosa tan milagrosa, como haber llegado los Moros tan cerca de esta Villa y al parecer fueron huyendo sin haber quien les perturbase y porque se hallaban muchas cosas que dejaban los moros en la huida; y vido este testigo que de el dicho aceite de la Lámpara la gente que era mucha, tomaban de el dicho aceite y se untaban: y este testigo se untó los ojos y rostro, dello había grande priesa con paños y vasijas llevando de el aceite, y que ansí mismo vido este testigo que se hizo una procesión general solemne de mucha gente de acompañamiento con armas y insignias y cruces de las Cofradias de la Concepción, Sacramento y Rosario por las partes públicas de toda la villa yendo a las Iglesias de ella y la dicha procesión salió de la dicha Iglesia, y fue como tiene dicho hasta volver a ella, y que este testigo ha estado mirando de un Milagro tan evidente y dio y ha dado gracias a Dios Nuestro Señor; y que esta es la verdad y lo que sabe y ha visto para el presente fecho y que es de edad cuarenta años, poco más o menos y firmólo. Francisco de los Ríos. Ante mí, Jorge de Escobar.
SÉPTIMA DECLARACIÓN: Pedro León Rosique
E luego para la dicha información tuvo a recibir juramento en forma de derecho de Pedro León Rosique, vecino de esta Villa al cual habiendo jurado y siendo preguntado por el caso y habiendo prometido decir la verdad en cargo de el juramento fecho y dijo: que estando este testigo dicho día diez y siete de este presente mes de Noviembre de mil quinientos ochenta y cinco años, a la hora del medio día asentado a la mesa para comer, oyó tocar la campana de la dicha Iglesia de el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción y daban voces que había Milagro y que Nuestra Señora lo hacía, y ansí allá este testigo y vido que allí había mucha gente arrimada a la Iglesia dando alabanzas a Dios Nuestro Señor y la puerta de la dicha reja estaba cerrada con la llave, y vido como la lámpara estaba encendida, y estaba dentro de la Capilla, la cual tenía la lumbre harto mayor que hasta allí; y vertía aceite de la dicha Lámpara en el plato que estaba abajo, en abundancia, y la puerta de la reja de la dicha Capilla que estaba cerrada, estaba Ginés Perez de Monzón, el Mayordomo de la dicha Iglesia, que no osaba abrir la puerta, y ansí el Mayordomo mandó llamar a Ginés de Sifuentes; Cura de San Antonio, que es la dicha Iglesia aneja a donde el es cura, y venido que fue el dicho Mayordomo habrió la dicha capilla, y entró el dicho cura y estuvo mirando y este testigo oyó decir a todos los que allí estaban y al Hospitalero y a su mujer que la dicha Lámpara había estado muerta desde antes que amaneciere, y que nadie la había encendido porque desde anoche que la encendieron ellos, no se había habierto la puerta hasta ahora que la habría el mayordomo para que entrara el dicho Cura, y habiéndose hallado ahora encendida y con tanta abundancia de aceite como se veía se derramaba en el plato, habiéndole, de parte de noche echado una cuarta de aceite, que jamás llega a las doce de la noche y ansí, por lo dicho se entendió el dicho milagro; y luego se fue este testigo a comer; a las voces que la multitud de gente daba volvió este testigo a la dicha Iglesia y vido como la Imagen de Nuestra Señora de la Concepción estaba el rostro de la Virgen más inflamado que de antes, y lo vido unas gotas de agua e manera de sudor, como perlas, en el rostro a la mano y parte derecha de el dicho en abundancia; y vido como el Cura de San Andrés que acudió allí, que se dice Bartolomé de la Parra con unos corporales con que enjugaba el rostro de la Imagen, y vido este testigo como los dichos corporales con que enjugaba el rostro de la Imagen de Nuestra Señora, después de haber enjugado el rostro y pasado a la Imagen por la cara y la Lámpara todavía llena de aceite; y ansí vido este testigo que de las gotas de sudor de el rostro de la Imagen les ponían los dichos Clerigos en la cara y ojos de los que allí estaban, y duró este Milagro de el sudor y aceite de la Lámpara más de una hora y media, y ansí, entiendo por lo dicho, como por haber estado estas noches antes, tan junto de este Villa tanto multitud de Moros, sin haber sido sentidos hasta que se embarcaron sin haber hecho daño a ninguna persona, ni cautivado a nadie, habiendo venido tres leguas por tierra y pasado por las casas de la Rambla, que con dicho este Milagro de Dios Nuestro Señor, nos quiso por intercesión de su Benditísima Madre, nos quiso escapar de tan mal poder, y por espertarnos del sueño y que le diésemos por ello gracias, nos lo mostró como dicho es, y este testigo vido y que esto es la verdad y lo que sabe por el juramento hecho, y que es de edad de cincuenta y cuatro años poco más o menos y firmólo. Pedro de Leon Rosique. Ante mí, Jorge Escobar.
OCTAVA DECLARACIÓN: Lucas Treviño
Para la dicha información el Señor Alcalde Juan Zamora Vivancos, tomó e recibió juramento en forma de derecho de Lucas Treviño, vecino de esta villa de el cual haciéndose cargo de el prometido decir verdad dijo, que lo que de ello es, que el domingo pasado que se contaron diez y siete días en el mes de Noviembre de el año de mil quinientos ochenta y cinco, ese día por la mañana hubo rebato al reir el alba y dijeron que había venido un guarda de la Cueva de los Lobos, que había dicho que había sentido rumor, y ansí vino a dar aviso de ello, y se tocó la Campana del Castillo y la gente despertó y fue la gente de a pie y a caballo a la Mar y según dijeron los que a el dicho rebato fueron que vieron como siete Galeotas gruesas iban a la vuelta de Cope que es la banda de poniente de esta Villa, y ansí andando mirando la dicha gente que a el rebato fueron que había hallado el rastro de los dichos Moros venía donde la dicha casa de los Lobos hasta la Cueva de el Plomo y de allí a la voquera adelante por junto a la sierra a la heredad del dicho Señor Alcalde Juan de Zamora y a las Moreras grandes y a la Torre de éste en la dicha heredad y de allí vivieron por las tierras de Sepúlveda, a la Cruz de los Caminos que va de esta Villa a la Rambla y de allí por la Rambla a el Camino de las Pedreras viejas a el Puerto de Piedra Malo; y ansí, según dijeron los que fueron a descubrir, que pasaba el rastro de los dichos Moros hasta Palazuelos al Vol, que dicen de el diablo y que el dicho rastro era tan grande que parecía muy bien haber por él más de quinientos hombres, y llegaron tan cerca esa dicha noche los dichos Moros, unos quinientos pasos de esta Villa sin ser sentidos de alguna persona, y ansí se retiraron a hacer madrugada sin ser compelidos de persona alguna y todo este lugar estuvo y quedó escandalizado de haber visto rastro de gente tan grande y haber llegado tan cerca de esta Villa y no haber dado en ello que con grande facilidad se pudieron llevar tantos hombres y mujeres y niños; y ansí se salió de Misa después de haberla oído y estando comiendo oyó tañer la Campana de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción; y fue éste testigo allá y halló que había mucha infinidad de gente, dando alarido y pidiendo a Dios perdón y alabando a Nuestra Señora la Virgen María, y vido este testigo como corría de la Lámpara que estaba y está delante de la Imagen de la dicha Iglesia, vido que de ella salía abundancia de aceite y caía en el plato de la dicha Lámpara y se untaba y encendía algunas veces la dicha Lámpara y la lumbre de ella. Y el alarido de la gente era tanta y la gente tanta, que daban voces diciendo: que sudaba el rostro de la Imagen de Nuestra Señora que está en el altar de la dicha Iglesia, y esto decían todos los que allí estaban cerca, y este testigo por ser viejo no pudo llegar a vello, pero fue muy público el dicho sudor de la dicha Imagen, y vido este testigo que estaban allí los dos curas de las Iglesias de esta Villa y el uno de ellos tomó en sus manos corporales y limpio el rostro de la dicha Imagen y decían que los había mojado en el dicho sudor; y mucha gente acudió a tomar de el dicho acceite de la Lámpara que untar con él los ojos y cara y otras partes enfermas, y luego se hizo una procesión de todas las Cofradías y Cruces de la iglesia y fueron por las dichas iglesias hasta volver a la dicha Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción donde había salido la dicha procesión, y sabe este testigo que fue grandísimo Milagro el que ese día Nuestro Señor obró con este pueblo habiendo llegado los moros tan cerca y no habérselos llevado a todos; y que esto sabe y es la verdad por el juramento fecho. Y que es de edad de sesenta y seis años poco más o menos, y no firmó porque dijo no sabía; firmólo el Señor Alcalde. Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.
NOVENA DECLARACIÓN: Rodrigo García de Escobar
El dicho Juan de Zamora, Alcalde Ordinario de esta villa y su término y jurisdicción, hizo comparecer ante mí a Rodrigo García de Escobar, de el cual se tomó e recibió juramento en forma de derecho e habiéndolo fecho y siendo preguntado por el caso dijo, que en diez y siete días de el mes de noviembre de este año pasado de mil quinientos ochenta y cinco años, Domingo de mañana, vinieron a dar aviso los guardias de la Cueva de los Lobos en que dijo: Que había oído gran rumor y que le pareció que era de mucha gente, y ansí tocaron la campana a rebato y la gente se levantó; y al rebato a él y con la gente de a pie y a caballo que se pudo juntar fueron a la vuelta de la mar hasta donde de los dichos Guardias habían dicho habían sentido el rumor y como allí llegaron vieron según se dijo, a siete Vageles de remos gruesos a la buelta de poniente hasta Cope, y andando mirando por las costas junto a el Vol que dicen del Rinconcito de Piedra Mala, hallaron juellega de gente; y los que allí se hallaron se espantaron infinito; y ansí andando buscando vieron como iba el rastro y juellego casi a la falda de la Sierra de Piedra Mala y pasando cerca del Cabo de la Leonera, dieron en el camino que venía a la Cueva del Plano y de allí tomaron la voquera de la vereda de el Señor Alcalde y por la regadera adelante se pusieron por la juellega, hasta la Olla de las Moreras de el dicho Señor Alcalde y a la Torre y de allí vivieron por la Rambla que viene de Lorca y Murcia a dar en el Bel de Susaña y a las Sierras de Andrés Sepúlveda, y por allí revocaba el rastro a una cañada de Antonia Ardid a la Cruz que está sobre esta Villa, y a la Rambla, Rabol de esta Villa, y el Camino Real abajo hasta pasar por las dichas casas de la Rambla y el pozo de el Ladrillar y a el Camino que va a las Pedreras Viejas y al Puerto de Piedra Mala; y ansí la gente toda quedó admirada de ver tan grande rastro como la gente había fecho, que bien parecía por la dicha juellega ser mucha cantidad de Moros de más de quinientos o seiscientos; y ansí admirados y espantados, se volvieron a esta Villa dando gracias a Nuestro Señor de que tan grande peligro y perpetuo cautiverio les había escapado; y luego que se vino de ver los dichos rastros, se entraron en Misa, y este testigo, salidos, se puso a comer y acabado de comer oyó tocar la Campana de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, Hospital de esta Villa, y la gente decía a voces que había Milagro en la dicha iglesia. Y ansí este testigo fue a la puerta de allá y entró a la dicha Iglesia donde halló infinidad de gente y los dos Curas de las iglesias de esta Villa dando grandes voces; y vido como la Lámpara que estaba y está en la dicha Capilla, que ardía, y vido ese testigo que vertía en grande abundancia aceite y caía en el plato que estaba debajo de el cual muchas gentes tomaban para salud y se untaban los ojos y partes enfermas; y este testigo hizo lo propio y luego al cabo de un rato de ir este testigo, vido en el rostro de la Imagen que en el altar de la dicha Iglesia estaba, gotas de sudor en especial en el carrillo derecho de la dicha Imagen y ansí; empezaron a dar grandes alaridos alabando a Nuestro Señor por las mercedes que a esta Villa había fecho en nos librar de tan mal poder y mostrarnos perfectamente que su Divina Majestad lo había fecho, por intercesión de su Benditísima Madre Señora Nuestra la Virgen María, y ansí nos lo quiso mostrar este dicho día porque no pudo ser menos si no es Milagro pues habiendo llegado esta noche quinientos Turcos enemigos de nuestra Santa Fe Católica tan cerca de esta Villa, que no estuvieron quinientos pasos de ella sin haber sido sentidos de persona alguna y pasado por el medio de las casas de la Rambla donde pudieron torcer y cautivar gentes, no lo hicieron y haber venido dos leguas y media hasta la Villa y otra legua desde allá, hasta donde se embarcaron sin haber hecho mal alguno, antes sí ¡han dejado de las municiones y cosas suyas que llevaban! y a lo pareció iban los dichos moros huyendo y ansí pareció por haber encontrado en el camino que hicieron las piedras muy grandes movidas de un lugar gran trecho; y vido este testigo en la dicha Iglesia que el Cura del señor San Andrés, que es el Padre Parra tomó unos corporales y limpió el rostro de la dicha Imagen de Nuestra Señora de la Concepción, y cuando iba limpiando el rostro de la dicha Imagen, quedaron los corporales mojados de él; este testigo y los demás que allí estaban que eran grande número de gente, quedaron satisfechos que era sudor lo que la dicha Imagen tenía y el verdadero Milagro y ansí se juntó mucha gente y se hizo una solemne procesión que salió de la dicha Iglesia de la Concepción y se fue a las iglesias parroquiales con las cruces y Cofradias de esta Villa y clérigos, dando grandes alabanzas a Dios Nuestro Señor por tantas mercedes como en esta Villa Su Majestad había tenido esta mañana y volvió dicha procesión hasta la dicha Iglesia de la Concepción, y sabe este testigo que en este dicho día diecisiete de noviembre fue el día de lo dicho y el Milagro tan grande que tiene obligación esta Villa y todos os vecinos de ella a olgar y no trabajar este día y dar infinitas gracias a Nuestro Señor y a su Madre Santísima, por tantas mercedes y hacer a el Santo del día gran fiesta; y que esto es la verdad de lo que sabe, para el juramento fecho; y que es de edad de cuarenta años poco más o menos; no firmó porque dijo que no sabía. Firmó el dicho señor Alcalde, Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.
AUTO.- Y luego el dicho Señor Acalde dijo; que certificaba a todos los señores que esto vieron que lo susodicho por los testigos en esta información es ansí por sus disposiciones y por su Merced haberse hallado presente a todo lo que dicho es, según que aquí se contiene, y que a los dichos y deposiciones de los dichos testigos se debe y se puede dar entera fe y crédito; y que a ello interponía y interpuso su autoridad y decreto judicial, tanto cuanto ha lugar en derecho y firmolo. Juan de Zamora Vivancos. Ante mí, Jorge de Escobar.
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